lunes, 15 de diciembre de 2014

LA GATA



Dedicado a la mujer gato que supe ser algún día y a tantas otras que conozco. No están solas.


Húmedo capricho de mi melancolía...
 si a veces pienso que soy una gata terca y mañosa
que se acostumbró a andar por las noches 
pero añora un poquito la luz del día.
A veces intento disfrazarme de perrito fiel,
 juguete casi, saltarín y alegre, 
moviendo el rabo y ladrando, modosita. 
Cuando te miro, siempre te ladro
pero ambos sabemos que deseo morderte.
Supongo que hay algo más que ofrecerte
además de la mirada quieta 
de una gata sombría 
pero tus avances y retrocesos
 despiertan mi instinto 
y mi hambre es intensa. 
Te observo, te espero  y mi odio es tan fuerte 
como el amor que siento.
En el helado destierro de mi noche solitaria
 el olor de tu cuerpo 
se ha vuelto mi razón primera 
y mi instinto asesino percibe lo que ambos somos; 
lo que eres que yo no soy,  
lo que soy que tú no eres.
Tengo agua, flores y besos para ofrecerte, 
arrullos maternales y súplicas de abrigo. 
Pero estás lejos y cuando vienes, 
nada de eso es suficiente para retenerte. 
Primero debo atraparte como a un animal esquivo. 
Mi mente lo sabe y mis ojos gatunos
 resplandecen por eso;
animal adorado y odiado, melancólico y con amo, 
con ganas de escaparte pero fuertemente atado, 
mis ojos me dicen que te estás asfixiando, 
o quizás sea el deseo que me grita desde ti.
Mientras tanto yo sigo merodeando
pero cuando abres las puertas 
me detengo indecisa. 
Temo ver todas mis flores desnudas y marchitas, 
sin el agua de tu alma volcada sobre ellas.
Qué dulce criatura puede ser una gata, 
qué vulnerable, qué sumisa... 
frente a la luz, es casi ciega, 
es por eso que la noche se ha vuelto su morada.
 Allí sus pasos son seguros y te ve siempre. 
Más cuando llega el día, desapareces, 
te vas con tu mujer perro... 
y de poco sirve mi disfraz, 
en nada ayuda que te ladre. Al final,
siempre brota el maullido de mi garganta.

junio de 2000

EL ABORIGEN

 

  El aborigen había salido a cazar. Su presa se escondía detrás de los árboles. Él podía olerla, se guiaba por el sonido imperceptible de sus pasos asustados y podía tocar, palpar en el aire los delicados trazos de su ansiedad. Luego se adentró demasiado en la selva, más allá de los límites del instinto, pero tenía hambre y todo su cuerpo clamaba por alimento. 

  Él no odiaba a su presa ni tampoco la amaba, simplemente quería saciar su hambre, matar para alimentarse, solo lo necesario sin regueros de sangre, lo imprescindible para asegurar su supervivencia.

  Pero pasaban los días y no vislumbraba presas, ni fieras ni inofensivas. No veía nada además de vegetación, agua y luz. Los deliciosos pájaros volaban demasiado alto como para alcanzarlos; además tenía miedo de comer la esencia de un pájaro para luego salir volando, dominado por el espíritu poderoso de aquel que sabe volar.

  No. Mejor el suelo, es más seguro. ¿Habrá serpientes? ¿Habrá al menos algún insecto? Tenía hambre. Pasaron más días y su mente empezó a nublarse. Ya el cielo se confundía con el bosque; empezó a pensar que los dos eran verdes, que las estrellas eran árboles y que los árboles eran estrellas. Observaba a la luna por las noches y ella era la cara redonda del estanque... ¿o sería el estanque un reflejo de la luna? El aborigen comprendía todo eso y lo sufría, pues una fuerza no terrenal se había apoderado de él

  Su cerebro no le pertenecía y era culpa del hambre. Sus huesos comenzaron a debilitarse, una mancha blanquecina apareció en su lengua. Lo supo pues la vio, reflejada en el estanque; “ eh, eh, eh ...” reía el aborigen. Para los ignorantes que no conocen su idioma, él decía: “La luna me está sacando la lengua ... je, je, je”. Luego rió, rió cada vez más. Los dientes cortados por la talla en piedra de sus armas bailotearon, negros y fantasmagóricos. Su cara era una máscara, la máscara del hambre. Sus manos ya eran garras, las garras del depredador consumido. Los ojos se le confundían con el cielo y su olfato era el miedo.

  Por un instante comprendió que iba a morir. Sintió que su cuerpo se había convertido en algo diferente de lo que él era. Apenas podía recordar su aldea y su choza, sus niños altos y flacos aprendiendo poco a poco el arte de la caza, los muslos renegridos de su compañera, con el surco extraño y brotado de pelo que asomaba, hinchado, en las noches de la ceremonia de la fertilidad. Y, qué curioso, recordó también la despedida del amigo y hermano de toda la vida, su cabeza asomando entre las fauces del león. Los ojos del amigo eran los mismos que asomaban el en estanque, o quizás fuesen los de la luna.

  Se adentró aun más en el bosque y como guiado por un sueño atravesó el límite marcado por los hechiceros, quienes habían recomendado no traspasar el umbral de la vegetación tupida porque luego de allí reinaba el Gran Espíritu de la Aniquilación. Y pensó, ¿qué importa?. Se internó en la espesura. Caminó y caminó. Ya no era él quien caminaba, era su hambre; ya no era él quien veía, era su dolor; ya no era él quien olfateaba sino su desesperanza. 

  Era ya una catramina de huesos repiqueteando entre los árboles. Sin saberlo, se cruzó con un pequeño mono herido que lo observaba, listo para ser su presa. Tampoco vio a la serpiente que pasó frente a él, con el mismo contoneo de una  bailarina de su tribu, ejecutando la danza de las cosechas. Pero para él no era ésa sino el hambre, despojada de su disfraz.

  Por fin llegó a un claro en el bosque y se detuvo. Más atrás se escuchaba un sonido extraño, como un repiqueteo de tambores y también voces. Eran las  mujeres de su aldea cantando al cielo y deseando a sus hombres una buena caza. Oyó gritar a sus hijos, estaban peleando por el cráneo de un mono muerto. Escuchó al anciano de la tribu y, milagro, pudo ver su barba resplandeciendo tras dos viejas acacias. Tenía estrellas, claras y resplandecientes; era la Luz, el Verbo... Corrió poseso hacia la barba del sabio, cruzó las dos acacias con sus fuerzas inexistentes y se detuvo allí mismo. Entonces perdió el aliento. 

  Todo lo que hasta ahora se movía dejó de reverberar, todo sonido se apagó, la luz se extinguió y en esa nueva oscuridad pudo ver su imagen cegadora. ¡Era Él! El que tantas veces fue nombrado por los hechiceros de la tribu, el Profeta, el Elegido, el Mesías, la Luz;  allí, ante él, estaba su Esencia y también su carne, huesos y su sangre. Era Él, el Hijo de la Tierra y el Hijo del Sol. Estaba salvado. El aborigen rió, lloró y bailó una danza ritual, llevado otra vez por la fuerza extraña que no pertenecía a su cuerpo.

  Luego se postró ante la aparición y se encomendó a su divina misericordia. La luz entonces se fue metiendo en su huesudo cuerpo y fue lágrima en las órbitas de sus ojos, fue saliva en las comisuras de su boca. Estalló todo su ser y fue la eclosión tan fuerte y desgarrante que luego de ella no supo nada más, todo se hizo tinieblas, nuevamente. Pasaron las horas. Siete horas. Y amaneció.

  Un pájaro volaba en el cielo justo en aquel momento y hace siete años vino a contarme lo que entonces vio. Esa mañana, mientras sobrevolaba la selva, vislumbró a un hombre huesudo y muerto, boca abajo, con sus brazos en cruz, tendido al pie de un enorme tótem de madera. La esfinge era muy alta;  su tamaño era casi tan alto como los mismos árboles de la selva o quizás más. Estaba tallado. Según me dijo, era una escultura muy extraña. En sus cimientos había piedras, barro y huesos; en el medio de su tronco había figuras de hombres y mujeres realizando el acto sexual. Y en la cima, es lo que más le impresionó y se que no  miente, justo en la cima, arriba de todos y de todo, estaba el dibujo de una luna enorme,  sacando la lengua.
agosto 2001

HOMBRE



Hombre de fuego, azúcar y trueno, 
me das miedo. 
Es tu avance tan sorpresivo y violento 
que apenas un gemido exhala mi garganta. 
Tu belleza es tosca, agreste y primitiva 
como un ser de diez mil años 
pero con jugos eternos, 
como un dios en la tierra, mortal aunque infinito. 
Embajador de la luna y también
 de la más oscura catacumba 
que duerme bajo mi tierra. 
Ser sin edad ni patria, sin moral, sin ética. 
Solo quiero tu agua, 
solo quiero tu fuego, 
que me sacien y me quemen, 
que me vuelvan todavía más valiente 
de lo que alguna vez quise ser. 
Altar de piedra acerada
veteado con tibio rocío, 
sudor que licúa la sangre, 
que despierta el hambre, enceguecida y bruta, 
hoy más que nunca se me muestra 
mi corazón femenino, 
tan partido e incoherente, 
pues quiero tu furia y tu gracia, 
tu resguardo y tu ataque; 
quiero confiar y temer, 
retrocederte y avanzarte, 
recibirte y expulsarte. 
¡Quiero amarte! 
de la manera en que se ama aquello 
que, por naturaleza, va y viene. 
Cómo esperas que te quiera 
siempre de la misma manera 
si continuamente te mueves; 
 no das el tiempo para asentarme 
y en esos vaivenes 
mi tierra explota. 
Te amo y te temo 
pétrea figura de brazos y piernas, 
de besos de azúcar, 
de manos en crisis, 
cosa bruta y frágil, 
masa dura y angulosa 
de líquidos, recuerdos 
miedos y locuras. 
Invítame a tu juego 
y luego, ten paciencia. 
No es fácil decidirse, 
tampoco lo es negarse; 
solo dame algo de tiempo 
para afilar mis uñas, 
ventilar la casa
 y quitar la mala hierba. 
Mientras tanto, 
piensa en la manera 
de no pisar mis flores. 
Tus pies no se acostumbran 
a esta clase de jardines
tan pequeños y graciosos, 
tan fáciles de pisar. 
Hombre de sol y de luna, 
te quiero hundido en mi cuerpo 
como una espada mortífera, 
te quiero levitando en mi alma 
como una pluma de ave.
 Te quiero a mi lado, inventando 
los oscuros cimientos 
de nuestro utópico, imposible
 y necesario lenguaje.

marzo de 2001

domingo, 14 de diciembre de 2014

UN PUCHERO PARA CHIEKO



Coloquialmente, en Uruguay decimos que un puchero es el gesto que hace un niño con la boca cuando se frustra o apena por algo, doblando hacia fuera el labio de abajo y plegando el labio de arriba. Es una mueca de tristeza.
 
Chieko fue (es) mi última profesora de japonés hasta el momento. Chieko Sensei (sénsee, debe pronunciarse) regresa en pocos días a su país luego de dos años de estadía en Uruguay. Mis profesoras anteriores fueron Kakimoto y Nakamura. A Kakimoto no la conocí mucho. A Nakamura sí; hasta la vi bailando candombe.

Nakamura Sensei fue quien me persuadió de no abandonar segundo año al finalizar el primer semestre. Inicialmente yo le escribí un correo, contándole qué tan ocupada y saturada estaba e informando que lamentablemente no podría continuar con el curso. 

Cosa complicada transmitirle a un japonés lo que es "esforzarse demasiado". No lo entienden, no está en su genética el comprenderlo. Ella me contestó con una carta amable y cortés pero muy afectuosa, pidiéndome que no abandonara; ella sabía lo que era estudiar un idioma tan diferente y desconocido y al mismo tiempo ocuparse de un trabajo y también de la casa. Me hizo sentir una mezcla de vergüenza y motivación. "Ganbatte Kudasai" es una expresión que, a un mismo tiempo significa: "suerte" y "tiene que esforzarse más". 

Así lo hice, terminando segundo año en tiempo y forma. La estructura del curso en facultad de Humanidades es la siguiente: el primer año es denso; hay que aprender los dos silabarios que son lo más básico: hiragana y katakana. Luego vienen algunos kanjis y bastante gramática. Segundo año es más o menos el doble de denso que primero. Más kanjis, más gramática. Los adjetivos (que cambian en función de si se usan en presente o en pasado) son casi tan desesperantes para nosotros como nuestros verbos en español lo son para un japonés.

Y tercer año, es el doble de complicado que segundo. Muchísima gramática, decenas de kanjis, conversar fluidamente... un hermoso suplicio, en definitiva. Cursé un mes (ya con Chieko Sensei) y me apresté a escribir otra carta excusándome por no continuar el curso. Esta vez no hubo carta ni respuesta, fue una simple pregunta la que decidió mi suerte.

Yo estaba enseñándole a Chieko a tejer. Ella había visto mi regalo a Nakamura (una bufanda con prendedor) y noté que le gustaba mi trabajo. Lo pude sentir. Unos días después me pidió que le enseñara. Y así lo hice. Fue en una de esas clases cuando me preguntó algo así como: "¿Por qué estudia un idioma tan difícil como el japonés?". Allí le solté mi respuesta, muy válida y justificada con hechos. Amo esa cultura desde que soy una niña, me identifico con ella en muchos aspectos, en otros me siento complementaria. Me gusta cómo suena el idioma, cada vez que pronuncio una palabra la siento como algo dulce que se deshace en mi boca. Y muchas razones más. 

Pareció satisfecha con mi respuesta pero de todas formas, su pregunta siguió resonando en mi mente. De repente decidí que, por el momento, era suficiente japonés. Me dio mucha tristeza abandonar el curso, pero supe que no era algo definitivo. Ya había ido lo suficiente hacia fuera, ahora debía plegarme hacia dentro, retornar a las raíces, empuñar las agujas. El valor lo junté yo, fui yo la que se dio cuenta. Pero Chieko fue la que (como Nakamura en su momento) dibujó la respuesta frente a mi. Como buenas maestras, supieron en qué momento soltar su kōan.

No tuve tiempo de tejer nada para Chiekita (como a ella le gusta que la llamen). Es por eso que, suponiendo que ya habría comido suficientes asados en los dos años que estuvo en Uruguay, decidí prepararle un puchero bien criollo.

El puchero es una receta de campo. En realidad la idea es muy simple: juntar en una olla con agua toda la comida que se tenga a mano, y cocinarla. La receta que preparé viene directamente de mi línea materna. Mi abuela Lelela fue la que me enseñó. Una de mis metas más serias e importantes en la vida es llegar a cocinar el puchero perfecto, que es uno igual a los que preparaba ella, con el mismo olor y el mismo sabor. Quizás unos días antes de mi muerte logre hacerlo, quizás no. Creo que el secreto está en la cantidad de laurel y de apio, y también en el perfume que tenía su piel.

El postre que preparé es una de las especialidades de mi madre: cierta mezcla de ingredientes, dulce, empalagosa, exquisita, que ni nombre tiene. Es parecido al que algunos llaman "príncipe Humberto" pero la receta no es la misma. En mi familia le llamamos simplemente "postre con leche condensada" o "postre con crema doble" y ya todos sabemos de qué se habla.

A continuación detallo las dos recetas e ilustro con fotos.  
Buen provecho. Itadakimasu.


PUCHERO de Lelela


Ingredientes:
  • carne de vaca, con hueso, para sabor (rabo, osobuco)
  • carne de vaca, con hueso, magra (paleta, cuadril)
  • papas
  • boniatos 
  • calabacín o zapallo
  • choclos
  • cebolla colorada
  • morrones rojos
  • hojas de apio
  • puerro
  • zanahoria rallada
  • ajo
  • perejil
  • laurel
  • tomillo
  • pimentón colorado (paprika)
  • calditos concentrados de verdura y carne (receta original de Leonardo da Vinci)
  • sal

Cantidades: a ojo (lo que haya, hay que ir probando, ésa es la gracia de la receta)
Yo lo preparo en una olla a presión de diecisiete litros, pero puede prepararse en cualquiera.

 


Se coloca la olla destapada, a fuego fuerte, con más o menos las tres cuartas partes de agua. Se agregan todos los ingredientes, también los condimentos y se cuece un rato.


  

 Dicen las que saben que cuando se prepara algún brebaje es conveniente tener cerca un gato negro. En mi casa hay dos perras y con ellas es más que suficiente. Canela me hizo compañía durante todo el proceso.


 

Luego de unos 20 minutos (más o menos) se tapa la olla y se mantiene el fuego fuerte hasta que levante presión. Después el fuego se baja al mínimo.



A los veinticinco minutos más o menos se apaga el fuego, se le quita presión a la olla y se levanta la tapa. Se sacan las papas, los boniatos y los choclos.
Otra cosa que puede hacerse es cocinarlos en un recipiente aparte, así se evita el tener que abrir la olla en pleno proceso de cocción de todos los ingredientes.

Se tapa la olla nuevamente y se mantiene a fuego fuerte hasta que vuelve a levantar presión. Hasta ese momento transcurrió una hora más o menos desde que se prendió el fuego por primera vez. La preparación debe quedar cocinándose a fuego mínimo por un par de horas más. Eso permite que la carne suelte el colágeno y se ablande. Un puchero con carne dura es un puchero mal hecho.




Lo que vemos a continuación es el caldo, producto de colar el puchero. Hay que dejarlo enfriar durante varias horas para que la grasa (sobre todo de la carne) se condense en la superficie. Es absolutamente necesario retirarla con una espátula. Solo así nos aseguramos de estar comiendo algo totalmente rico y sano.





Como primer plato se suele tomar la sopa, que es el caldo servido con fideos, arroz, avena, etc. Otra opción es beber el caldo solo con un poco de queso parmesano rallado.

Como segundo plato se sirve la carne (yo suelo aderezarla con salsa de soja) con papa, boniato, calabacín y choclo. 

Los huesitos quedan para las agradecidas perras.



POSTRE de mamá

Ingredientes:

  • Dulce de leche
  • Leche condensada o Crema de leche
  • Galletitas "María" o alguna otra galletita que tenga un suave aroma a vainilla
  • Merengues firmes (duros) que puedan romperse en pedazos

Se aplastan las galletitas con un palote de amasar.
Se mezcla el dulce de leche con un poco de leche, para aguarlo un poco.
Se va alternando en una fuente: galletitas, dulce de leche, leche condensada (o crema de leche) y merengue.
Se van haciendo sucesivas capas, hasta que no quede más lugar en la fuente.







Sayōnara チエキタ 先生 !

domingo, 23 de noviembre de 2014

Un Cuento del Sr. M.O.G. - Capítulo VIII: El Plan



(Elzbieta, la sobreviviente del holocausto, la hija de inmigrantes polacos, la muchacha cuya familia desapareció en el misterioso bosque de Nahuam y que desde entonces debe tomar pastillas para no soñar horribles pesadillas recurrentes donde sus parientes se mutilan mutuamente, ha contado todo cuanto tiene para contar).


   -Debe pensar que estoy loca.
   -Todo lo contrario. En mi línea de trabajo hay un nombre para... su condición. Clarividente.
   Elzbieta sonrió.
   -A qué se refiere?
   -Un clarividente es una persona que tiene una facilidad de percibir fenómenos paranormales. En algunas situaciones cualquier persona podrá tener esa percepción. Pero solo seres muy sensibles son capaces de mantener esa habilidad en forma constante. Creo que usted tiene ese don. Y creo que su madre también lo tenía.
   -No diga tonterías -dijo ella, tratando de sonar cínica pero un temblor en la voz delataba un dejo de temor.
   -No estoy diciendo tonterías. Créame, he visto clarividentes y fraudes. Déjeme hacerle unas preguntas.
   -Es muy tarde -dijo ella, levantándose y recogiendo su bolso y abrigo- Debo irme. No debería haber venido.
   -Pero le estoy agradecido que lo haya hecho -dijo Wasson. Qué es lo que estoy sintiendo, se preguntó. Por qué dije eso. Y de pronto su rostro se había vuelto rojo como un tomate.
   La ayudó a ponerse el gabán y la acompañó hasta la puerta. Él hizo ademán de acompañarla.
   -Gracias, pero preferiría ir sola. Necesito aire.
   Entonces vio algo en el rostro de Wasson y agregó:
   -Pero me alegrará volver a verlo en la mañana, en la fonda de Molly.
   Estrecharon sus manos y la muchacha se alejó por la calle bajo los faroles. El sonido de sus zapatos en el pavimento se fue haciendo cada vez más imperceptible hasta desaparecer del todo y solamente entonces Wasson volvió adentro.
   La muchacha, debía de tener visiones todo el tiempo si no fuera por las pastillas. Esos sueños. La madre, seguramente, también tuviera el don. Debió saber que moriría en el viaje. Quizá no tuvo tiempo de explicarselo a su hija antes de morir. Quizá simplemente no habría sabido como hacerlo. O será que sus habilidades empezaron a manifestarse recién en la adolescencia, como en tantos casos bien documentados? Justamente cuando ocurrió esa tragedia con su padre y sus hermanos. Seguramente el sueño contenía la clave, ese sueño recurrente y horripilante donde los diablos vestidos con la piel de su padre y hermanos venían a buscarla y la forzaban a tomar parte de esa orgía de sangre. Pero ella había tenido que bloquear ese sueño y todos los demás, y con ellos sus visiones, para sobrevivir. Quizá, sin embargo, ella aún pudiera manifestar algo del don aún bajo el efecto de las pastillas. En cosas nimias, seguramente, como adivinar los pedidos de los clientes. Algo es seguro, por eso mismo Betty le llamó la atención en la fonda; algo dentro de Wasson se había dado cuenta ya entonces que ella tenía el don de la clarividencia. O habría sido otra cosa?
   Elzbieta tenía el rostro pálido y hermoso, el pelo negro y enrulado y los labios como una herida abierta. Wasson se dijo que no debía pensar más en ella. Al menos no así.
   Metió la mano en el bolsillo y sacó el reloj. Era tarde, pasada la una. Y sin embargo no había sido un error llegar antes. Había aprendido cosas de Nahuam senior. De como su aserradero cayó en desgracia y todos los empleados que pudieron lo abandonaron, y tuvo que apelar a los polacos y otros inmigrantes. Había un gran caudal de ellos, debido a la guerra; huyendo de la guerra llegaban a Norteamérica, la tierra de las oportunidades. Y el pueblo estaba cerca de un puerto. La llegada de marineros extranjeros o inmigrantes sería moneda corriente. Quizá Nahuam enviaba a alguien por ellos al puerto, con ofertas y promesas.
   Acaso sería posible que Nahuam hubiera hecho un trato con una entidad o entidades sobrenaturales que habitaban en el bosque? Cómo puedo pensar algo tan disparatdo, se reprochó Wasson. No debo tomar al pie de la letra lo que me ha dicho Elzbieta. Pero... acaso eso no explicaría tantas cosas? A cambio de sacrificios humanos, esos espíritus del bosque, temidos por los indios, le habrían proporcionado riquezas a Nahuam. La gente del pueblo le temía y no trabajaba para él, pero los extranjeros no lo conocían. Eran las víctimas ideales. Nadie los extrañaría. Y Elzbieta, la pobre chica judía, estaba loca; aún si hubiera querido no habría podido hacer nada. Ni aún hablar con nadie que le creyera. Pero él, Wasson, le creía. El la ayudaría a llegar al fondo de su misterio. Quizá con su ayuda hasta pudiera volver a dormir y soñar. Quizá...
   Otra vez se descubrió pensando en la muchacha de un modo que no le gustaba. Que no le ayudaría en su trabajo. Su trabajo que aún no había comenzado, pero ya comenzaría. El cansancio, realmente estaba abrumado. Así que buscó por la casa un lugar donde acostarse. Encontró una habitación perfectamente dispuesta, seguramente por aquél abogado. Se desnudó rápidamente y apoyó la cabeza sobre la almohada. Había tantas cosas que no entendía. Debería hablar con esos indios. Esos espíritus o espíritu del bosque, él ya había oído hablar de ellos. La leyenda del Wendigo. Seguramente despejarían sus dudas, encontraría una explicación racional.
   -Además -escuchó una voz- nunca creí en los pactos con el diablo.
   Wasson se dijo que esa voz susurrante que había oído era la suya. Y se quedó dormido.

***

   El hombre que se había presentado a Wasson como Samuel Marcus golpeó la puerta del estudio en la residencia Nahuam.
   De adentro provino una voz cálida y mecánica que dijo:
   -Adelante, Marcus.
   Marcus abrio la puerta. El estudio le recordó al que había conocido en otro lugar y otro tiempo. La casa estaba en penumbra, apenas unas lámparas para poder transitar por los largos corredores y las escaleras. Pero allí, además, ardía un fuego. Sentado examinando unos pergaminos de apariencia aantiquísima había un hombre alto y delgado, más alto y más delgado que él mismo. Dejó la lupa en la mesa, levantó la vista y le sonrió.
   Sin mediar palabra fueron caminando hasta dos sillones dispuestos frente al fuego.
   -Recibí el llamado del muchachuelo ese. Todo ha ocurrido como habías previsto... Wasson se dio cuenta de Betty, y estuvo hablando con ella largamente. Recién ahora la muchacha se ha ido a dormir y seguramente Wasson también. Fue una buena idea que el chico la siguiera.
   Mientras Marcus hablaba, el otro destapó una botella de bourbon y sirvió dos vasos. Con la mano indicó a Marcus que se sentara.
   -Si. Todo está saliendo de acuerdo al plan.
   Chocaron los vasos, brindando, y luego bebieron un trago largo. Las llamas oscilaron. Ellos volvieron a beber. 



colaboración 
(continuará)

lunes, 27 de octubre de 2014

Un Cuento del Sr. MOG - Capítulo II: El abogado del diablo


http://www.agardenforthehouse.com/2011/12/house-tour-the-music-room/

(Fredric Wasson llegó al pueblo de Lovendale, un día antes de lo previsto para indagar un poco. Lo que averiguó es que la gente teme y odia a cualquiera que lleve el apellido Nahaum. Un jovenzuelo lo condujo a una casa lejos de la calle principal, donde trabó conocimiento con Samuel Marcus, abogado de Walter Nahaum Jr.)


    -Usted parece saber muchas cosas y yo ninguna. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
    La figura alargó la mano.
   -Mi nombre es Samuel Marcus. Soy el abogado e íntimo amigo de Walter Nahaum Jr., el heredero de la casa Nahaum. Encantado de conocerle.
   Wasson le dio la mano. Al dar la mano a veces uno puede saber cosas de los demás. Algunos dicen que los ojos son la puerta del alma, pero Wasson había descubierto que mucho se puede saber de las personas simplemente por el modo en que dan la mano. No es ningún poder místico, solamente algo que había descubierto. La forma de dar la mano de Marcus era totalmente profesional y por lo tanto, inescrutable. Firme. Tenía la mano seca. Pudo apreciar la manicura en las uñas relucientes. Había vigor en el hombre. Eso era todo, todo lo que había podido ver.
   -¿Le parece si entramos?
  Marcus lo condujo por el hotel. En efecto estaba acondicionado como tal: alfombras rojas en el suelo de los corredores, una escalera de caoba. Las ventanas eran amplias y si bien la vista no era muy halagüeña, la iluminación diurna era estupenda. La luz del sol llegaba a todos los rincones.

 
http://www.agardenforthehouse.com/2011/12/house-tour-the-music-room/


   -Este hotel perteneció a Silas Nahuam, el padre de Walter Nahuam, durante el esplendor de esta ciudad, por mediados del mil ochocientos. Un lugar fastuoso este hotel. Silas Nahuam mandó a construir una ópera y la visitaron intérpretes de gran talento. Los más viejos, que eran niños por aquel entonces, recuerdan el estreno de Lucia di Lammermoor de Donizetti. Si tiene oportunidad, visite el museo. Es pequeño, pero tiene fotos que se hizo tomar Silas en esa ocasión. Quizá le transmitan algo de la atmósfera de aquella época. Con suerte, esas visiones se cuelen en alguno de sus sueños -Marcus le guiñó un ojo, y prosiguió.


http://www.agardenforthehouse.com/2011/12/house-tour-the-music-room/

-Pero tras la muerte del viejo Silas, Walter Nahuam tuvo bastantes problemas. Era diestro en los negocios y el aserradero seguía funcionando, pero... bueno, esos bosques ancestrales infundían miedo en la gente. A partir de un momento nadie quería cortar ni un árbol, mucho menos adentrarse en ese lugar umbrío. Y la población fue abandonando la ciudad que se fue convirtiendo en un pueblo. La casa de Opera se incendió y se desmoronó y allí se construyeron algunas casuchas donde los se mudaron los que no podían irse a otra parte. Y esa, mister Wasson, es más o menos la historia del pueblo de Lovendale.

 
http://www.agardenforthehouse.com/2011/12/house-tour-part-3-the-parlor/
  Wasson lo miró.
  -No estoy seguro de entenderle. El tren sigue pasando y Lovendale no es un pueblo fantasma. ¿Qué sucedió luego?
  Marcus sonrió como esperando esa pregunta.
  -Cuánta perspicacia. Bueno, su trabajo para mister Nahuan Jr. será encontrar la respuesta a esa pregunta. Yo, bueno, solamente puedo decirle lo que se rumorea.  Que no es nada bueno.
  -¿Y qué se rumorea?
  -¿Usted cree en Dios?
  -Pues, si. El demiurgo. El origen y fuente de todas las cosas.
  -¿Y en el diablo?
  -No. No creo en él.
  Wasson se estremeció. Será un corriente de aire, pensó en ese momento. Y luego, si no creo en el diablo, ¿por qué me estremezco al mencionarlo?
  -Pero si existe un origen y fuente de todo, ¿acaso no deberá haber también un fin y sumidero de todas las cosas? ¿No sería también razonable que existiese el diablo? -pero antes que Wasson pudiera pronunciar una respuesta prosiguió-.  Bueno, la gente de por aquí cree en el diablo. O los diablos. O el diablo y su cohorte infernal. ¿Conoce el Pseudomonarchia Daemonum, de Johannes Weyer? ¿No? Bien, ya tendrá oportunidad de conocerlo porque hay una copia en la librería de Walter Jr... Weyer o Weir fue un místico renacentista, un ocultista y demonólogo, que escribió ese libro donde describe 69 demonios, los príncipes del infierno.
  -Disculpe, Mr. Marcus, pero si mi latin no me falla, la traducción del título de ese libro sería 'La falsa monarquía de los demonios', ¿no es verdad?
  -¡Cuánta perspicacia! ¡Cuánta perspicacia! Su talento nos ayudará. Debo admitir que Mr. Nahuam escogió bien al pensar en usted para este trabajo. Yo mismo me oponía, pero el insistió y lo incluímos en la lista.
  Wasson enarcó las cejas.
  -¿Es que hay más?
  -¿Cómo? Pensé que lo sabía. Otros seis especialistas se nos unirán en el día de mañana. Mr. Nahuam pensó que el trabajo podría exceder la capacidad de una sola persona. Por eso reunió quienes a su entender son las siete personas más versadas sobre este tema en América.
  -Pero usted no es americano. Por su acento.
 Wasson se arrepintió de haberlo mencionado. Pero Marcus sonrió, hizo un gesto restándole importancia.
 -Ciertamente soy americano. Pero de Canadá. En donde nací el idioma francés era más hablado que el inglés y, seguramente eso es lo que usted percibe en mi acento. Pero no se preocupe. Estoy al servicio de Mr. Nahuam Jr. con otros fines. Y mis habilidades, digamos, son bastante diferentes de las suyas.
 Marcus aprovechó la pausa para meter la mano en un bolsillo y sacar un reloj de oro.
  -Pero mire lo tarde que se ha hecho. Tengo una cita otra parte, así que deberé partir. Espero que su improvisado alojamiento le sea grato. Hasta mañana, mister Wasson.
  -Espere... ¿quiénes son los otros?
  -Hasta mañana, mister Wasson. Hasta mañana. 
  Con un gesto gracioso y paso de bailarín se alejó por un corredor, atravesó el vestíbulo y cruzó la puerta. Cuando esta se cerró de nuevo, Wasson pensó por un momento: así deben sentirse los muertos cuando son abandonados en las tumbas.

colaboración de
(continuará)

viernes, 3 de octubre de 2014

LO AMO



"La Conversación" - Henri Matisse

 
Lo amo con la muda devoción con que ama el espíritu, desprovisto de cuerpo, de motivos y de sentido.

Lo amo como una niña también, con deseos imperiosos y demandas insaciables.

Lo amo como un animal, que es igual que decir lo odio, pues no se trata ni de odio ni de amor sino de una selección instintiva y natural.

Lo amo como amaría un ciego al primer rostro que distingue luego de años de tinieblas, o como un viejo que mira hacia atrás con la resignación de aquel que comprende que morirá.

Su amor me rebela y me enciende, me impulsa a la lucha y a la caza; su amor me da paz, me da fuerza y me hace echar raíces en la tierra.

Su amor es el amor hacia todos los hombres y, al mismo tiempo, la negación de todos los demás.

Por verlo brillar, allá lejos, magnífico y eterno, renunciaría a todo impulso y a toda codicia; por sentirlo respirar en mi lecho, vencido, cansado y sereno, ni siquiera me atrevo a pensar qué daría, cosas de brujas y demonios, cosas que solo revelan los sueños.

Por llegar a conocerlo algún día, renunciando a mirarlo desde el cielo o desde el infierno, por verlo lavándose los dientes, revolviendo el café con leche, manchándose con la salsa de los tallarines, hablando demasiado sobre asuntos sin importancia, temiéndole a cosas que no son peligrosas, amándome a mi, que no soy perfecta...

daría lo que no es bueno y bello, ni malo y bello; lo vulgar, lo común, lo que se gasta y se deteriora, lo que carece de un atractivo especial, lo que es en realidad mi parte más humana, lo que en verdad me diferencia del dios y el animal.

abril 1998

jueves, 2 de octubre de 2014

TU DESAMOR (anáfora)




Tu desamor se parece a una cáscara seca, deshidratada y vacía, el disfraz envejecido de una fruta ya madura.

Tu desamor es una golondrina con plumaje de escarcha, sutil matriz de finas agujas, transparentes y heladas, aleteando en mi pecho con letal armonía, provocando un millar de diminutas hemorragias, tajos ateridos entibiados con sangre.

Tu desamor me convierte en fiera enjaulada, enceguecida y rencorosa, la que golpeándose ella misma contra los barrotes de su cárcel, te observa a lo lejos, sus fauces oscuras chorreando saliva.

Tu desamor es una mano invisible tapando los orificios de mi nariz y de mi boca, es la negación de la existencia de la razón de mis pulmones.

Tu desamor es un castillo en donde eres rey, con corona y con reina; y yo llego de paso y tú me abres las rejas, vaciando el foso para que cruce segura; pero en tu puerta se lee claramente la frase maldita: que tu casa no es mi casa y en ella seré siempre una forastera.

Tu desamor es un libro de cuentos con las hojas desmenuzadas y un vestido amarillo de niña apolillándose en un rincón del ropero.

Tu desamor me pinta el cuadro de una anciana con cabellos color ocre, sentada en su mecedora y en el centro de todo, ser solitario sin padre ni madre.

Tu desamor es, en definitiva, angustia, opresivo lamento de los miles de seres que viven allí donde se juntan el cuerpo con el espíritu.

Tu desamor me vuelve tierna y a veces hasta se lleva mi odio; en su lugar me deja dulzura, pero no me trae paz.

Tu desamor es inmanejable y desobediente, descarado y tajante, aunque no tanto como mi propio amor.

Tu desamor no tiene piedad de mí, y no debería tenerla. Dice ser una de esas verdades que urge ser revelada, un papiro milenario que se escribió para descifrarse y el hacerlo significa toda una vida de paciencia y sacrificio.

Tu desamor es para mí un concepto difícil, se proyecta en un dominio inaccesible a mis representaciones; como la forma de la luz, como la idea de Dios.

Tu desamor es una ecuación sin raíz, enigma del universo, una pregunta incontestable, detestable e innecesaria.

Tu desamor es, pues, la invocación a mi cordura y un golpe de viento frío que tan solo mi razón es capaz de no desdeñar.

Tu desamor tiene muchas cosas y le faltan tantas otras que prefiero no hacer preguntas.

Tu desamor es algo tan simple como que no me amas, y no te entiendo, porque cuando suenan tus palabras, un millar de ruidos extraños se aglutinan en mis oídos; casi no te escucho pero no es mi culpa, pues a un mismo tiempo te estoy llorando, estoy pensando y me estoy muriendo.


setiembre 2001

sábado, 27 de septiembre de 2014

PUNTO REVÉS - Purl Stitch


En el siguiente tutorial muestro cómo hacer el segundo punto básico de tejido: punto revés o purl stitch. Como comento en el video, cualquier duda que tengan me la pueden hacer llegar por correo o a través de un comentario.

Recuerden que mi objetivo primordial es enseñar las técnicas lo más claramente posible, de manera que puedan acceder a ellas personas con poco tiempo y sobre todo con la necesidad de no enredarse en detalles superfluos. 

Esto no quiere decir que vaya a transmitir los procedimientos simplificados. Las técnicas difíciles se mostrarán tal cual son. Apuntaremos a la simpleza de la explicación, no a quitar detalles a la técnica para que resulte más fácil. Espero haber dejado clara esta diferencia, porque es muy importante. Como podrán imaginar es un lindo desafío, por lo que cualquier sugerencia es apreciada y bienvenida.





¡Nos vemos!



sábado, 20 de septiembre de 2014

YIN y YANG




En el iris de tus ojos mis pupilas cobran vida
y del mundo en que nací son el vívido reflejo,
me miran sin embargo desde una tierra perdida,
febril e inalcanzable como el asolado cielo.

Desde tu voz resuenan desgarrándose en el aire
entrópicas melodías que recitan sin saberlo
roncas canciones de cuna en extranjero lenguaje,
hermético dialecto que solo comprendo en sueños.

Así, son tuyos los labios que se abren cuando hablo,
míos los dientes que rasgan, salvajes, tu alimento,
cuando caminas son tus dos piernas, pero sin embargo
me pertenecen las huellas dibujadas en el suelo.

Es mi carne blanda y roja esa que se adhiere
y cubre poco a poco tu rígido esqueleto,
es entonces que en tus manos y pies llegan a verse
veinte agigantadas réplicas de mis propios dedos.

Las hebras de tu pelo se entretejen en el día
con todos y cada uno de mis nocturnos deseos
mas cuando caes sobre mí, esa imagen cobra vida
como negro remolino deshilándose en mi pecho.

Si ríes, tu risa es como mi llanto y si lloras
tus lágrimas condensan en la humedad de mi aliento.
Si grito, desde tu boca emergen ondas sonoras
que se vuelcan en mi garganta con la gracia de tu rezo.

En cada sitio de mi cuerpo hay una referencia
para llegar a tocar el lado opuesto de tu cuerpo,
guardando cada punto una axial correspondencia,
en armoniosa sucesión nos acercamos en silencio.

Si nos cruzamos en el aire, los polos de la tierra
se recrean milagrosos en el espacio y en el tiempo,
de su mágica tensión el universo se reinventa,
bajo su lento retozar configura el firmamento.
 
Si bajo la luz de la luna tu piel se vuelve clara,
oscuro aparece en tu vientre un círculo negro
pero si el sol con sus sombras torna mi piel opaca,
donde mi ombligo descubro un nacarado lucero.

En el momento en que creces, me vuelvo invisible
y en el instante en que te escondes, yo aparezco;
si te marchitas, florezco y si yo muero tú vives
y en cada una de mis muertes nacen tus hijos nuevos.

No hay nada en ti que no me haya pertenecido
nada tuyo hay, sin embargo, que no me sea ajeno;
tú eres aquellas cosas que yo nunca he tenido,
yo soy todo aquello de lo que jamás has sido dueño.


enero 2001

SI SE CAYERA LA LUNA


Marc Chagall - The Concert (1957)


Este poema libre lo escribí cuando tenía quince años. Luego de hacerlo pensé en grabarlo en un tapiz algún día, para después colgarlo en la cabecera de la cama de mi hija, si es que llegara a tenerla. Comienzo por soltarlo al aire y publicarlo aquí:


Si se cayera la luna
de su sembrado de estrellas
y sus delgados cristales
se esparcieran por la tierra
¡cuántas luces milagrosas
dormirían en la hierba!
¡con qué fulgor misterioso
brillarían las praderas!


Todo sería distinto,
no existirían tinieblas,
nadando cisnes de cuarzo
sobre un lago de turquesa,
las rosas serían diamantes,
sería esmeralda la hiedra
y brillantes amatistas
las tímidas violetas.


Y las enormes ciudades
dormidas entre la niebla
  al cubrirse de tal brillo
parecerían estrellas...
¡ay, qué hermoso si a la luna
la tuviera yo tan cerca!
marzo 1986

viernes, 19 de septiembre de 2014

PUNTO DERECHO - Knit Stitch


Antes que nada, debo admitir que como cineasta soy una buena tejedora. El video que muestro a continuación es el tercero de la serie y hay cientos de cosas que se deben mejorar, pero es lo mejor que tengo para ofrecer por ahora.

No me quise perder en el perfeccionamiento de una técnica que, definitivamente, no es mi fuerte. El objetivo es, antes que todo, transmitir técnicas de tejido y por  eso mismo me decidí a publicarlo. Lo demás iré mejorándolo a su debido tiempo y en la medida de mis posibilidades.

Siento una necesidad muy fuerte de perpetuar esta maravillosa disciplina que es el tejido, así como mezclarla con las técnicas de tejido de otras partes del mundo. Otro de mis deseos es intentar romper con esa especie de mito que tanto me fastidia, el cual sugiere que algo "hecho a mano" es extremadamente difícil e inaccesible para la gente que dispone de poco tiempo. No es así, eso es para que compremos las cosas hechas, lo cual es mucho más beneficioso para el mercado que si las hacemos nosotros.

Tejer no es como por ejemplo, bailar ballet. No necesitamos ser atletas ni llevar un estilo de vida prácticamente ascético. Tampoco quiero restarle mérito a esos artistas que producen obras tejidas maravillosas y, doy fe, tienen una habilidad manual envidiable. Pero la belleza de una obra tejida no es inaccesible a casi nadie. Es como practicar un arte marcial, se puede hacer en cualquier etapa de la vida sin importar la edad o el estado físico que se tenga.

Dicho esto, procedo a publicar el siguiente tutorial, en el que enseño el punto más sencillo para comenzar a tejer,  es el que por estos lares se denomina "al derecho" o simplemente "punto derecho". Espero que les sirva.


martes, 16 de septiembre de 2014

ATARDECER EN KABUL (soneto)


Hice este soneto a pedido de un profesor de literatura. El título me lo dio él y fue poco tiempo después de los supuestos atentados terroristas a las torres gemelas. No tenía idea de qué iba a escribir y esto es lo que salió:


Camina la Tarde por las calles de Kabul,
silenciosa recorre la ciudad sepultada;
desgarra en cada piedra su vestido de tul,
gris y polvoriento como la tierra quemada.

Tropieza la Tarde entre las ruinas de Kabul,
de metales retorcidos viste su mirada;
el suelo ya no es verde y el cielo no es azul,
ahora son despojos de una roja llamarada.

Hace algunas horas ella misma descendía,
allá en tierra norte, sobre otro reino abatido
y la pira de torres en sus ojos ardía.

Hoy el mundo atardece, enfermo y consumido
y ella, como la Muerte, anuncia su agonía
y casi no le quedan jirones de vestido...


febrero de 2002

lunes, 15 de septiembre de 2014

Saber elegir un Arte con Humildad


http://teawithbg.com/2010/06/04/art-hk-10-part%C2%A0iii/


Antes de continuar con los tutoriales de tejido y otros trabajos, me gustaría hacer algunos comentarios que considero importantes.

Hace tiempo, una persona muy querida me comentaba que su vocación era resolver problemas, problemas de toda índole, que esa pulsión lo llevaba hacia situaciones muy felices y otras no tanto, pero que de una manera u otra se sentía dichoso haciendo lo que hacía.

Reflexionando a partir de allí me di cuenta de que,  por mi parte, resolver cierto tipo de cuestiones me puede provocar satisfaccion, pero sin duda es el acto creativo lo que simplemente me hace sentir que estoy viva.

Nadie me enseñó esto; lo he ido descubriendo con todas y cada una de las pulsiones de vida que surgieron desde mí y los consiguientes fracasos que me devolvieron desde fuera la certeza de que aún no era feliz. Quise ser ingeniera y quise ser bailarina... y supongo que hay un poco de ambas cosas viviendo  en mi. Pero nadie me dijo que era una artista.

Según La Gente del Mundo de Afuera, un artista era alguien medio loco con un talento extraordinario y mucha suerte, o sinó un pobre diablo sentado en la vereda haciendo pulseritas. Me dejaron bien claro también que el bienestar y el éxito se aseguraban aprendiendo a resolver ciertos problemas, estudiando algún tipo de carrera o de oficio. Nunca me transmitieron que, para algunos, el Arte podía llegar a ser algo tan esencial como una medicina.

Aunque también es cierto que cuando escucho a algún adulto decirle a un niño que tiene que "trabajar de lo que le gusta para ser feliz" sinceramente me gustaría darle una pateadura a ese adulto. !Tampoco es así de fácil!

Si queremos sobrevivir para luego vivir, nos tenemos que asegurar un sustento, el cual depende de los recursos que nos rodean. Si un niño descubre que su vocación consiste en ser astronauta y ha nacido, por ejemplo, en Uruguay, probablemente se pase el resto de su vida naufragando una y otra vez en la frustración. 

Puede ser que el chico sea superdotado y que además tenga suerte, quizás así termine becado en la Nasa y cumpla su sueño. Pero si no se dan las condiciones anteriores, tal vez habría que decirle que trabaje de algo que no le desagrade, que le brinde sustento, y que luego se dedique a viajar a otros mundos a través de algún acto creativo. 

Ser artista es necesitar crear algo a partir de la nada. Sinceramente no creo que exista la vocación de pianista, escritor, bailarín o cocinero. El instrumento no es importante, la habilidad no es importante, lo esencial es que la necesidad se colme. El artista quiere ver por fuera de su cuerpo lo que en principio solo existió en su mente, necesita hacer uso de esa potencialidad única que lo diferencia de casi todo lo otro que vive sobre la Tierra.

A veces el artista puede llegar a realizar algo importante, grandilocuente, brillante. Otras veces tiene que contentarse con cumplir su función echando mano a lo que tenga cerca, usar lo que los genes le han dado, o lo que le brinda el lugar en el que vive.

A mi me gusta escribir cuentos, por ejemplo. Pero escribo muy pocos porque me dan trabajo, mucho trabajo. Cada uno de los que he escrito ha sido para mi como un parto; disfruto al verlos fuera de mi, pero en el proceso yo diría que lo que más siento es sufrimiento.

Es por eso que tejo. Mis manos están acostumbradas, vengo de generaciones y generaciones de manos danzando entre agujas. Me sale naturalmente, puedo hablar y pensar mientras tejo y mientras lo hago, soy dichosa.

Se que a este blog entran algunos por voluntad propia y otros tantos por error o casualidad.  Sin embargo, se también que cuando entran y miran, sin importar lo que los motive a hacerlo, me están mirando a mi. Me ven.

Deseo de corazón que todos encuentren su Arte, o que al menos nunca dejen de buscarlo.
Me permito un único consejo: no busquen demasiado lejos, no es necesario.

PEQUEÑO DRAMA lNVERNAL (soneto)


El viento helado desviste las flores
una por una, en letal sucesión;
quita sus faldas de vivos colores
enardecido con fría pasión.

Tallos vacíos de dulces olores,
víctimas mudas de una rebelión;
quebradas y mustias lloran las flores
en la tierra seca de su prisión.

Los llantos conmueven al Rey del Cielo,
alto testigo del pequeño duelo
aro amarillo de luz y calor...

Descienden sus rayos, besan el suelo
y en esa lluvia de rubio consuelo
se gestan ciclos de nuevo esplendor.

febrero de 2002

viernes, 12 de septiembre de 2014

No todo son flores




Voy a compartir algo que me sucedió ayer. Iba manejando por la calle Capurro casi Uruguayana, a la altura de la vía del tren. Cuando estaba con medio auto dentro de la vía, la barrera comenzó a bajar y me vi obligada a poner balizas y retroceder. En el retroceso, toqué al taxímetro que estaba detrás. No fue un golpe, solo un "toque", lo cual pudo constatar y fotografiar mi corredor de seguros cuando llegó. Los autos resultaron ilesos.

El taximetrista comenzó a insultarme gritándome: "Movete, qué me chocás si estoy trabajando, movete". Abrí mi ventanilla y le expliqué que no podía, !porque estaba pasando el tren!. Luego de mis palabras se bajó del taxi, insultándome, y le pegó un puñetazo al capó y una patada a la rueda de mi auto. Le mostré que iba con una niña, pero él siguió insultando.

Si me hubiese sucedido esto años atrás, cuando estaba en otra etapa de mi vida y, sobre todo, cuando mi hija no era nacida, el final hubiera sido más complicado. Recuerdo la época de mis veinte y pocos, cuando me quedé con aquel mechón de pelo de un hombre con aliento apestoso que me agarró del brazo y lo apretó con todas sus fuerzas porque quería "bailar conmigo" en una fiesta de Veterinaria. O aquel al que le pegué un puñetazo en el ojo luego de que me "pegara un manazo" en un lugar para bailar que ya ni recuerdo. 

Mucha gente me decía en aquel entonces: "un día vas a encontrarte con alguien más 'loco' que vos y te va a terminar matando', y en cierta forma tenían razón. Pero también sabía que si no hacía nada podían terminar matándome también.

Cosa difícil enseñar a nuestros hijos a manejar la violencia, cuando ni uno sabe bien qué hacer con ella. Volcarla hacia el que agrede primero provoca un alivio momentáneo, al menos uno echa fuera de su cuerpo todo ese odio. Pero es peligroso y no soluciona nada, absolutamente nada.

Tuve una etapa corta en la que simulé (frente a mi hija, y sobre todo frente a mi misma) haber superado esos conflictos. Ahora era un ser civilizado que miraba con condescendencia la agresividad desmedida de los demás. Ante situaciones de violencia, giraba la cabeza con desdén y abandonaba el lugar, orgullosa de "no haberme puesto a la altura" del agresor.  Pero yo no quería aceptar que la rabia, al no poder expresarse, me iba comiendo por dentro hasta el punto de terminar enfermándome o, tan malo como eso, volcando mi frustración en gente que nada tenía que ver con las cosas que me habían sucedido a mi.

Volviendo al problema con el taxista, traté de tragarme toda esa furia que me impulsaba a hacerlo pedazos a él, con auto y todo, pero también empecé a gritar a todos los curiosos que estaban mirando que por favor llamaran a la policía. Hubo algunos espectadores que inclusive se reían y le decían al taximetrista que la que había chocado era yo.

Una muchacha que pasaba con su perro (divina ella, luego supe que se llamaba Cecilia) se comunicó con el 911. Cecilia luego me diría que le espantó cómo tanta gente se había centrado en los autos, en quién había chocado a quién, sin siquiera registrar el acto de violencia que se había desarrollado frente a sus ojos.

El hombre seguía insultando (era una especie de mantra maligno del que no se podía desprender) y por fin me gritó que se iba porque tenía que seguir trabajando. Me apoyé en el capó de su auto y le dije que no me movía de allí hasta que llegara la policía, que si arrancaba el auto me iba a tirar al piso y la denuncia iba a ser además por las heridas que me causara. Le dije a mi hija que se quedara tranquila, que estábamos rodeadas de gente, y que la policía iba a llegar pronto a llevarse a ese hombre.

En ese preciso instante se me ocurrió filmarlo, que es lo que tendría que haber hecho desde un principio ya que, al ver el hombre que lo enfocaba con el celular, enseguida bajó el tono de su agresión.

Eran las ocho de la noche y hacía mucho frío. Mica me dijo que tenía hambre y le pedí que aguantara un poco. Traté de explicarle que era algo tristemente común responder de dos maneras frente a la violencia: con más violencia o con negación, una negación provocada por el miedo o en muchos casos (y esto es lo más triste) por simple comodidad. Y que yo, su madre, iba a probar otra alternativa.

El 911 nunca vino. El mismo conductor del taxi terminó yendo a buscarlos porque vio que no lo iba a dejar moverse de donde estaba, pero jamás aparecieron. Después de la llegada de mi corredor de seguros  y de la inspección de los autos  él me aconsejó que lo dejara irse y que hiciera la denuncia más tarde. Me dio una pequeña alegría maldita cuando vi que el taxi se había quedado sin batería y tuvieron que empujarlo para que arrancara. 

Como decimos aquí en Uruguay, nos comimos terrible garrón de dos horas en el medio de la calle, mientras nos insultaban, se burlaban de nosotros y nos pedían que sacáramos el auto para que todos los demás conductores pudieran pasar tranquilos por el lugar y así seguir ocupándose de sus propios asuntos. Pero yo, lo único que veía eran los ojos oscuros y serenos de mi hija, mirándome, mientras su voz resonaba diciendo: "quedate tranquila mamá, estoy bien". Por primera vez en toda mi existencia, me sentí simplemente una hembra de mi especie protegiendo a su cría.

Llegué a mi casa cansada pero con mucha paz. A la mañana siguiente vino la segunda etapa en la resolución del asunto. Estuve otro par de horas tratando de comunicarme con algún teléfono de la Patronal de Taxis. No me contestaban en ninguno, incluso en el que me dieron en informes de guía, hasta que por fin (!bendita Internet!) di con http://www.cpatu.com.uy/, y allí encontré un teléfono en el que sí me contestaron. Estuve un buen rato pidiendo que me pasaran con alguien de la comisión directiva porque quería plantearles de primera mano lo que me había sucedido. Dieron muchas vueltas pero al final cedieron porque fui amable pero persistente (como decimos los uruguayos: una verdadera rompehuevos). Quedaron en llamarme para notificarme qué sanción le iban a terminar aplicando al conductor. Y si no es así, ya los llamaré yo.

En toda esta situación usé varias horas de mi tiempo, las que podría haber utilizado para descansar, preparar la comida, dormir, adelantar trabajo, hablar con amigos, etc. Pero no quise ser cómoda. No esta vez. Y toda esta cadena de hechos tristemente comunes en la vida de una ciudad, incidente en apariencia ínfimo que se vive una y otra vez todos los días cambiando solo los protagonistas, me absorbió aún más horas para la reflexión...

Estamos en época de elecciones, casi todos estamos preocupados y ocupados en quiénes y cómo van a gobernarnos el próximo período. Y cada vez que escucho algún debate, discusión o intercambio de ideas (como quieran llamarlo) me viene a la cabeza la frase que pronunció mi abuelo  Gastón, con sus 96 años vividos, sentidos y razonados, en su casa de la ciudad de Rosario. Fue hace unos años, en la época en  que yo hablaba ilusionada y apostaba a todos "los cambios en serio" que se anunciaban en el país. Mientras me miraba fijo, ojos chiquitos e inteligentes y "mate galleta" en mano, soltó la frase letal: "No te hagas muchas ilusiones, m'hija, al fin y al cabo nos va a gobernar un uruguayo".

Buscar un grupo de gente que nos conduzca y trace los lineamientos del rumbo que va a seguir nuestro país es importante, pero ya no me entusiasma ni me angustia, francamente, quién pueda ser el elegido. Retomando la línea de mi abuelo, puedo agregar que nos va a gobernar un grupo de seres humanos, y no uno cualquiera, sino una muestra elegida de nuestro grupo. Ellos son ellos, pero también son nosotros. Esos personajes que vociferan, se chicanean y se pisotean para llegar al poder, somos nosotros.

En fin... agradezco de corazón a los que siguieron su lectura hasta aquí. Como siempre digo, espero que pueda servirles de algo las cosas que escribo, que no son ni más ni menos que las experiencias de alguien que podría ser uno de ustedes. Y ahora, antes de salir para el trabajo, voy a tejer un par de pétalos de una de mis flores. Mientras escribo esto último, una enorme sonrisa (ustedes no la ven) se acaba de pintar en mi cara. !Saludos!