sábado, 20 de septiembre de 2014

YIN y YANG




En el iris de tus ojos mis pupilas cobran vida
y del mundo en que nací son el vívido reflejo,
me miran sin embargo desde una tierra perdida,
febril e inalcanzable como el asolado cielo.

Desde tu voz resuenan desgarrándose en el aire
entrópicas melodías que recitan sin saberlo
roncas canciones de cuna en extranjero lenguaje,
hermético dialecto que solo comprendo en sueños.

Así, son tuyos los labios que se abren cuando hablo,
míos los dientes que rasgan, salvajes, tu alimento,
cuando caminas son tus dos piernas, pero sin embargo
me pertenecen las huellas dibujadas en el suelo.

Es mi carne blanda y roja esa que se adhiere
y cubre poco a poco tu rígido esqueleto,
es entonces que en tus manos y pies llegan a verse
veinte agigantadas réplicas de mis propios dedos.

Las hebras de tu pelo se entretejen en el día
con todos y cada uno de mis nocturnos deseos
mas cuando caes sobre mí, esa imagen cobra vida
como negro remolino deshilándose en mi pecho.

Si ríes, tu risa es como mi llanto y si lloras
tus lágrimas condensan en la humedad de mi aliento.
Si grito, desde tu boca emergen ondas sonoras
que se vuelcan en mi garganta con la gracia de tu rezo.

En cada sitio de mi cuerpo hay una referencia
para llegar a tocar el lado opuesto de tu cuerpo,
guardando cada punto una axial correspondencia,
en armoniosa sucesión nos acercamos en silencio.

Si nos cruzamos en el aire, los polos de la tierra
se recrean milagrosos en el espacio y en el tiempo,
de su mágica tensión el universo se reinventa,
bajo su lento retozar configura el firmamento.
 
Si bajo la luz de la luna tu piel se vuelve clara,
oscuro aparece en tu vientre un círculo negro
pero si el sol con sus sombras torna mi piel opaca,
donde mi ombligo descubro un nacarado lucero.

En el momento en que creces, me vuelvo invisible
y en el instante en que te escondes, yo aparezco;
si te marchitas, florezco y si yo muero tú vives
y en cada una de mis muertes nacen tus hijos nuevos.

No hay nada en ti que no me haya pertenecido
nada tuyo hay, sin embargo, que no me sea ajeno;
tú eres aquellas cosas que yo nunca he tenido,
yo soy todo aquello de lo que jamás has sido dueño.


enero 2001

3 comentarios:

  1. Me hace acordar a una novela que empieza con la conversación de dos dioses que fueron amantes. Es un poco triste. Yin y Yang, el título es tan apropiado. Disculpe que me meta y opine, es que opinar es gratis. :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. ¡Al contrario! Usted mejor que nadie, Sokon M., sabe lo enriquecedoras que son las devoluciones para quien crea algo. Quizás le inspire tristeza porque fue escrito con tristeza. Pero, al fin y al cabo, es amor. Y hasta el más triste de los amores con el paso de los años se vuelve hermoso.

      Eliminar