(Elzbieta, la
sobreviviente del holocausto, la hija de inmigrantes polacos, la
muchacha cuya familia desapareció en el misterioso bosque de Nahuam
y que desde entonces debe tomar pastillas para no soñar horribles
pesadillas recurrentes donde sus parientes se mutilan mutuamente, ha
contado todo cuanto tiene para contar).
-Debe
pensar que estoy loca.
-Todo
lo contrario. En mi línea de trabajo hay un nombre para... su
condición. Clarividente.
Elzbieta
sonrió.
-A qué
se refiere?
-Un
clarividente es una persona que tiene una facilidad de percibir
fenómenos paranormales. En algunas situaciones cualquier persona
podrá tener esa percepción. Pero solo seres muy sensibles son
capaces de mantener esa habilidad en forma constante. Creo que usted
tiene ese don. Y creo que su madre también lo tenía.
-No
diga tonterías -dijo ella, tratando de sonar cínica pero un temblor
en la voz delataba un dejo de temor.
-No
estoy diciendo tonterías. Créame, he visto clarividentes y fraudes.
Déjeme hacerle unas preguntas.
-Es muy
tarde -dijo ella, levantándose y recogiendo su bolso y abrigo- Debo
irme. No debería haber venido.
-Pero
le estoy agradecido que lo haya hecho -dijo Wasson. Qué es lo que
estoy sintiendo, se preguntó. Por qué dije eso. Y de pronto su
rostro se había vuelto rojo como un tomate.
La
ayudó a ponerse el gabán y la acompañó hasta la puerta. Él hizo
ademán de acompañarla.
-Gracias,
pero preferiría ir sola. Necesito aire.
Entonces
vio algo en el rostro de Wasson y agregó:
-Pero
me alegrará volver a verlo en la mañana, en la fonda de Molly.
Estrecharon
sus manos y la muchacha se alejó por la calle bajo los faroles. El
sonido de sus zapatos en el pavimento se fue haciendo cada vez más
imperceptible hasta desaparecer del todo y solamente entonces Wasson
volvió adentro.
La
muchacha, debía de tener visiones todo el tiempo si no fuera por las
pastillas. Esos sueños. La madre, seguramente, también tuviera el
don. Debió saber que moriría en el viaje. Quizá no tuvo tiempo de
explicarselo a su hija antes de morir. Quizá simplemente no habría
sabido como hacerlo. O será que sus habilidades empezaron a
manifestarse recién en la adolescencia, como en tantos casos bien
documentados? Justamente cuando ocurrió esa tragedia con su padre y
sus hermanos. Seguramente el sueño contenía la clave, ese sueño
recurrente y horripilante donde los diablos vestidos con la piel de
su padre y hermanos venían a buscarla y la forzaban a tomar parte de
esa orgía de sangre. Pero ella había tenido que bloquear ese sueño
y todos los demás, y con ellos sus visiones, para sobrevivir. Quizá,
sin embargo, ella aún pudiera manifestar algo del don aún bajo el
efecto de las pastillas. En cosas nimias, seguramente, como adivinar
los pedidos de los clientes. Algo es seguro, por eso mismo Betty le
llamó la atención en la fonda; algo dentro de Wasson se había dado
cuenta ya entonces que ella tenía el don de la clarividencia. O
habría sido otra cosa?
Elzbieta
tenía el rostro pálido y hermoso, el pelo negro y enrulado y los
labios como una herida abierta. Wasson se dijo que no debía pensar
más en ella. Al menos no así.
Metió
la mano en el bolsillo y sacó el reloj. Era tarde, pasada la una. Y
sin embargo no había sido un error llegar antes. Había aprendido
cosas de Nahuam senior. De como su aserradero cayó en desgracia y
todos los empleados que pudieron lo abandonaron, y tuvo que apelar a
los polacos y otros inmigrantes. Había un gran caudal de ellos,
debido a la guerra; huyendo de la guerra llegaban a Norteamérica, la
tierra de las oportunidades. Y el pueblo estaba cerca de un puerto.
La llegada de marineros extranjeros o inmigrantes sería moneda
corriente. Quizá Nahuam enviaba a alguien por ellos al puerto, con
ofertas y promesas.
Acaso
sería posible que Nahuam hubiera hecho un trato con una entidad o
entidades sobrenaturales que habitaban en el bosque? Cómo puedo
pensar algo tan disparatdo, se reprochó Wasson. No debo tomar al pie
de la letra lo que me ha dicho Elzbieta. Pero... acaso eso no
explicaría tantas cosas? A cambio de sacrificios humanos, esos
espíritus del bosque, temidos por los indios, le habrían
proporcionado riquezas a Nahuam. La gente del pueblo le temía y no
trabajaba para él, pero los extranjeros no lo conocían. Eran las
víctimas ideales. Nadie los extrañaría. Y Elzbieta, la pobre chica
judía, estaba loca; aún si hubiera querido no habría podido hacer
nada. Ni aún hablar con nadie que le creyera. Pero él, Wasson, le
creía. El la ayudaría a llegar al fondo de su misterio. Quizá con
su ayuda hasta pudiera volver a dormir y soñar. Quizá...
Otra
vez se descubrió pensando en la muchacha de un modo que no le
gustaba. Que no le ayudaría en su trabajo. Su trabajo que aún no
había comenzado, pero ya comenzaría. El cansancio, realmente estaba
abrumado. Así que buscó por la casa un lugar donde acostarse.
Encontró una habitación perfectamente dispuesta, seguramente por
aquél abogado. Se desnudó rápidamente y apoyó la cabeza sobre la
almohada. Había tantas cosas que no entendía. Debería hablar con
esos indios. Esos espíritus o espíritu del bosque, él ya había
oído hablar de ellos. La leyenda del Wendigo. Seguramente
despejarían sus dudas, encontraría una explicación racional.
-Además
-escuchó una voz- nunca creí en los pactos con el diablo.
Wasson
se dijo que esa voz susurrante que había oído era la suya. Y se
quedó dormido.
***
El
hombre que se había presentado a Wasson como Samuel Marcus golpeó
la puerta del estudio en la residencia Nahuam.
De
adentro provino una voz cálida y mecánica que dijo:
-Adelante,
Marcus.
Marcus
abrio la puerta. El estudio le recordó al que había conocido en
otro lugar y otro tiempo. La casa estaba en penumbra, apenas unas
lámparas para poder transitar por los largos corredores y las
escaleras. Pero allí, además, ardía un fuego. Sentado examinando
unos pergaminos de apariencia aantiquísima había un hombre alto y
delgado, más alto y más delgado que él mismo. Dejó la lupa en la
mesa, levantó la vista y le sonrió.
Sin
mediar palabra fueron caminando hasta dos sillones dispuestos frente
al fuego.
-Recibí
el llamado del muchachuelo ese. Todo ha ocurrido como habías
previsto... Wasson se dio cuenta de Betty, y estuvo hablando con ella
largamente. Recién ahora la muchacha se ha ido a dormir y
seguramente Wasson también. Fue una buena idea que el chico la
siguiera.
Mientras
Marcus hablaba, el otro destapó una botella de bourbon y sirvió dos
vasos. Con la mano indicó a Marcus que se sentara.
-Si.
Todo está saliendo de acuerdo al plan.
Chocaron
los vasos, brindando, y luego bebieron un trago largo. Las llamas
oscilaron. Ellos volvieron a beber.
colaboración
del Sr. M.O.G.
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(continuará)
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